lunes, 1 de agosto de 2016

Ropa limpia



¿Cuán transparente es la cadena de producción de indumentaria y accesorios en la Argentina? Pocas firmas se animan a dar la cara y contar quiénes y en qué condiciones trabajan.

Valeria Pesqueira, Claudio Drescher (Jazmín Chebar) Luz Maggio (Hush Puppies), Vicki Otero, Martín Churba (Tramando)


¿Hay ropa limpia de trabajo esclavo o de condiciones irregulares en la industria textil local? La moda argentina presenta claroscuros a la hora de mostrar cuán transparente son sus procesos de producción. No son muchas las marcas que pueden o se animan a revelar el detrás de escena de los percheros que cuelgan en sus locales, o las que pueden tomar cualquier prenda lista para la venta y responder quién, cómo y en qué condiciones la hizo, o las que pueden dar fe de no recurrir al trabajo esclavo o en negro, o que no tercerizan y a su vez esos terceros derivan la confección de sus productos. En ese sentido resultó difícil encontrar respuestas; son mayoría las marcas que prefirieron no hablar, las que se excusaron ante un tema "delicado".

Pero la problemática del trabajo en negro y hasta esclavo necesita respuestas, compromiso por parte de sus actores, una regulación del Estado y una toma de conciencia por parte de los consumidores, que deberían exigir a las marcas información sobre cómo se hizo la ropa o los zapatos que compran. No hay que olvidar que aquello que no se responda hoy será un tema pendiente para mañana, sobre todo porque las nuevas generaciones formadas por los millennials y la Generación Z se vuelcan naturalmente a un diálogo transparente con las marcas que consumen.

El panorama en números
Por ahora, los datos de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI) arrojan que a nivel nacional en la cadena textil de indumentaria, un 55% está en condiciones irregulares o trabaja en negro, y esto involucra cerca de 100.000 trabajadores. Según estimaciones de Fundación La Alameda, en la ciudad de Buenos Aires hay unos 3000 talleres clandestinos y suman 30.000 las personas que trabajan en condiciones indignas.

"El trabajo esclavo y el trabajo informal -el que no llega a ser esclavo, pero tampoco está registrado- es lo que predomina. El panorama no bueno si se abren las importaciones, pero tampoco lo es si no se abren y el Estado no interviene en su rol de control", dice Tamara Rosenberg, fundadora de Fundación La Alameda. Para ella, el Estado debe ejercer el control de las leyes que ya existen y no se cumplen, como la del trabajo a domicilio, el registro de los trabajadores, las inspecciones y la necesidad de que cuando se comprueba un delito no permitir seguir produciendo con esas máquinas (por eso, la incautación es muy importante).

"También es importante el rol del consumidor, que junto a los trabajadores son uno de los eslabones más dañados. En nuestro país es muy bajo el costo de la mano de obra y es muy alto el precio de venta al público; algo está pasando en el medio de ambos eslabones", agrega Rosenberg, de La Alameda.

Primer paso: concientizar
Sastre Mario Viscomi, modista María Fernanda Trosch, modelista Antonia Cabrera, tejedoras Natalia Calla y Carla Cáceres, y zapatero Luis MarkoviczSastre Mario Viscomi, modista María Fernanda Trosch, modelista Antonia Cabrera, tejedoras Natalia Calla y Carla Cáceres, y zapatero Luis Markovicz. Foto: LA NACION / Paula Teller.

Fashion Revolution Argentina llegó al país este año y responde al movimiento internacional creado por la norteamericana Carry Somers en 2013, luego del derrumbe de la fábrica textil del edificio Rana Plaza, en Savar, Bangladesh. La organización busca concientizar sobre la imperiosa necesidad de una moda transparente, ética y sustentable. Para Tatiana Baigorria, responsable de comunicación, hay que diferenciar entre el trabajo en negro y el esclavo. "El primero es trabajo con horarios extensos, más que los aprobados legalmente y con sueldos menores a lo estipulado en la industria. El esclavo, además de lo anterior suma condiciones que irrefutablemente se consideran indignas, como una jornada mayor a 12 horas, en talleres donde viven los trabajadores con sus hijos, sin posibilidad de salir a la calle y comiendo una vez al día, entre otras.Hay un grave problema de fondo: hay una industria que se desarrolló de este modo, con marcas que facturan y crecen con este proceso de producción antiético", sostiene Baigorria.

Para la CIAI es necesario combatir el trabajo irregular, en negro, y erradicar las condiciones de explotación. "Es una tarea que debemos hacer en conjunto con las autoridades, y hay que ocuparse de las empresas que se abastecen en el mercado interno y también de la mercadería importada de Oriente por marcas masivas", dice Claudio Drescher, presidente de la CIAI. La propuesta de la cámara pasa por establecer una trazabilidad de los procesos a través de la identificación de cada prenda con un chip o etiqueta que determine dónde se produjo cada uno de sus componentes. Además hay que sumar políticas de incentivos para la regularización del trabajo en negro y la disminución de las cargas para hacer más eficiente la producción. "Esto debe articularse a través de un acuerdo entre el Estado y la actividad privada, e iniciar una concientización en los consumidores para que tomen como propia la tarea de erradicar estas prácticas", sostiene Drescher.

En el mismo sentido opina Rosenberg y dice que "las marcas deben mostrar sus cadenas de producción a través de auditorías, exhibir la trazabilidad de toda la cadena, especialmente de los talleres de confección, que son el eslabón más oculto".

Para la militante de Fashion Revolution Argentina, también es necesario tener información pública de lugares donde producir de manera ética, una regulación y auditoría legal, y una constante en la penalización de quienes no cumplan con las leyes laborales, además de la capacitación a profesionales de la moda para entender la problemática; también es necesaria una comunicación transparente para que los consumidores sepan qué compran.

Actores comprometidos
Martín Churba y las tejedoras Natalia Calla y Carla Cáceres
Martín Churba y las tejedoras Natalia Calla y Carla Cáceres. Foto: LA NACION / Paula Teller
Entre las consultadas, varias marcas accedieron a mostrar cómo se hace lo que comercializan y aseguran ejercer un control en detalle sobre sus procesos productivos, ya sea en fábricas o talleres propios o externos.
"Jazmín Chebar desarrolla la confección de sus prendas a través del sistema Unidades Productivas Asociadas (UPA), que están legalmente vinculadas a la empresa. Estas asociaciones generan una responsabilidad empresarial que garantiza la calidad y las condiciones dignas de trabajo. Además, las UPA permiten desarrollar especialidades, las hay de prendas, de accesorios de cuero, de suéteres, de tejidos de punto y de zapatos. Son visitadas diariamente por personal calificado, de ingeniería de producto, del área de técnicas de producción y de auditoría de condiciones de trabajo. Conocemos a cada integrante de nuestra cadena productiva", afirma Claudio Drescher, que además de directivo de la cámara es socio y director ejecutivo de Jazmín Chebar.
"Rapsodia trabaja con proveedores nacionales e internacionales. Cada prenda es confeccionada por un proveedor experto en su oficio. Se realiza un seguimiento minucioso, se trabaja en condiciones cuidadas y con una retribución justa por su trabajo", asegura Clara Forno, gerente de producto y producción de la marca. Añade que la firma "conoce en profundidad los talleres con que trabaja y lo hace manteniendo relaciones a largo plazo; se busca que cumplan con las normativas laborales, de ética comercial y que respeten el medio ambiente. Los proveedores internacionales son de la India, China, Perú y Paraguay. Representantes de la firma los visitan al menos dos veces por año. En cuanto a las condiciones, cada país tiene sus propias certificaciones y concuerdan con las nuestras".
Por su parte, el diseñador Martín Churba, responsable de la firma Tramando, sostiene que se vale de talleres propios, con personas que conoce y que tejen, cortan, cosen y estampan. "Tenemos un taller para procesar textiles y desarrollar diseño, los cuales son procesos estratégicos de la marca, el ADN de Tramando. Además contamos con proveedores externos. La gerencia de producto de Tramando los visita una vez por semana, y audita las condiciones en que se hacen los productos y su entorno. Para nosotros es importante quién y cómo hace nuestros productos. Podríamos poner la etiqueta de trazabilidad, pero al mercado todavía no le interesa, lo ven como un exceso de información... En el futuro será parte del diseño ver la traza creativa del producto", dice Churba.
"Elijo talleres que conozco y con los que trato desde hace varios años. Prefiero trabajar siempre con los mismos porque me permite conocer a la gente que hace mi ropa. Voy frecuentemente a visitarlos y a chequear que todo esté en orden. La relación con mis talleres es de enriquecimiento mutuo, de instruirnos unos a otros para mejorar el producto cada temporada", dice la diseñadora Valeria Pesqueira.
Pesqueira: Valeria Pesqueira con la modelista Antonia Cabrera
Pesqueira: Valeria Pesqueira con la modelista Antonia Cabrera. Foto: LA NACION / Paula Teller
Con una producción reducida y un trabajo artesanal, la diseñadora Vicki Otero hace los moldes y corta en su taller donde trabaja con una persona más. "La confección la hago en un taller propio que comparto con mi madre. Cuando realizamos trabajos grandes, lo corto en mi taller y luego lo llevo a uno externo que cuenta con una o dos personas; en ese caso, presupuesto la hechura por quien la va a hacer y a partir de eso saco el costo total", explica.
En el rubro del calzado, dos reconocidas marcas manifiestan un compromiso con el trabajo limpio. Una es Hush Puppies, que produce en diferentes países: por un lado, en la fábrica de Grimoldi que confecciona calzado hace más de 120 años en la Argentina, cotiza en Bolsa y sus operaciones son auditadas y trasparentes, y por otro lado, en fábricas de proveedores nacionales, otras brasileñas y también asiáticas. Aseguran que se trata de plantas industriales auditadas por Hush Puppies internacional, que tiene estrictos estándares de cuidado social y ambiental. "Conozco el origen y cómo se hace cada zapato de Hush Puppies", asegura Luz Maggio, brand manager local de la firma.
Viamo es otro de los casos que asegura tener un control de las condiciones de su proceso de trabajo. "Contamos con una planta de 4000 metros cuadrados desde hace 20 años, donde realizamos la confección completa de toda la producción y el control de calidad. En el caso de necesitar también se analiza al proveedor: su infraestructura, condiciones de trabajo, calidad de su planta industrial y estabilidad de las entregas para ser un socio estratégico. Tenemos la trazabilidad de todas las aéreas involucradas", sostiene Pablo Chiodini, director de Viamo. Pocos, pero buenos, algunos de los que transparentan la moda.
Hush Puppies: Luz Maggio con el zapatero Luis Markovicz
Hush Puppies: Luz Maggio con el zapatero Luis Markovicz. Foto: LA NACION / Inés Muguruza

La moda que mata

Después de tres años, ya son 38 los imputados por el derrumbe en Bangladesh en 2013. Uno es Sohel Rana, el dueño del edificio Rana Plaza, donde se produjo el desmoronamiento en el que murieron 1135 trabajadores y otros más de 2400 resultaron heridos. La mayoría eran mujeres que cosían para marcas internacionales. La tragedia dio origen a dos comisiones internacionales para poner en marcha medidas de seguridad para las más de 1600 fábricas de ese país.
En la Argentina, en junio último, la justicia federal sentenció a 13 años de prisión a los dos capataces del taller textil clandestino incendiado en 2006 en Caballito, donde murieron cinco chicos y una mujer embarazada. Según un informe de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (Protex), desde mayo de 2015, y luego de la muerte de dos hermanos de 7 y 10 años en un taller clandestino en Flores, se hicieron unas 518 inspecciones en la zona y el 90% de los talleres controlados eran ilegales; los operativos dieron lugar al inicio de 35 causas judiciales por delitos graves.

¿Qué se puede hacer?

Hay propuestas concretas para terminar con el trabajo esclavo y en negro en los talleres clandestinos que se concentran mayormente en la Capital Federal. Para Tamara Rosenberg, de la Fundación La Alameda, es necesaria la creación de polos textiles, con administración estatal, donde las marcas puedan producir, y el Estado garantice que se realiza según las reglamentaciones vigentes. "Promoviendo los polos textiles podrían erradicarse los polos productivos que hoy se desarrollan en las villas, sin ningún control", dice. Según la representante de La Alameda hay un polo funcionando desde 2009 en Barracas con 9 unidades productivas, "pero para los nuevos polos que estamos pidiendo, falta fundamentalmente una clara decisión política".
La iniciativa de Fashion Revolution Argentina apuesta a crear conciencia y a brindar información a los consumidores para que no sean indiferentes a la problemática. "Convivimos en un contexto económico complejo, donde las decisiones de compra inteligente están basadas en la relación precio-calidad. La ética o la materia prima no suelen ser prioridad", dice la responsable del movimiento en la Argentina. Recientemente, Fashion Revolution Argentina dio a conocer un mapa de las marcas que se animan a responder cómo hicieron sus prendas y se puede consultar en este sitio. Las que quieran sumarse pueden hacerlo por inbox en Facebook.
En el primer Foro Estratégico de la Cámara Argentina de la Indumentaria que se realizó en mayo último, Claudio Drescher adelantó que la CIAI y el INTI trabajan para lograr una propuesta de trazabilidad en la industria para poder dar respuesta sobre dónde y cómo se hace cada prenda que se vende en la Argentina. Distintas soluciones que se suman para resolver un problema que también está vinculado a la inmigración de países limítrofes con la promesa de trabajo, con la explotación de menores y la trata de personas. La moda no puede ser indiferente, la industria tiene que moverse, tener la capacidad de dar respuestas, de encontrar soluciones; el Gobierno tiene que hacerse responsable y también los consumidores deben involucrarse para que cada vez haya menos silencios y más respuestas a la pregunta: ¿quién hizo mi ropa?

Silvina Vitale




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